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viernes, 24 de agosto de 2012

Me han dicho que los niños juegan, los adultos piensan y los ancianos se preocupan; que los niños comen dulce, los adultos salado y los ancianos no perciben sabor; que lo que hay en la cara de un niño es una sonrisa, en el de un adulto el entrecejo fruncido y en el de un anciano indiferencia por todo lo que no sea él.
Pero también me dijeron que tuviera cuidado por las noches con el monstruo del armario, que había tres señores en camello que me traerían regalos la noche del 5 de enero y que si decía mentiras me crecería la nariz.
Hay cosas que se dicen y no son ciertas, hay prejuicios y generalizaciones que tampoco lo son, y miradas y gestos malinterpretados.
Porque con una sonrisa no se arregla el mundo, pero se enternece un corazón; porque a nadie le amarga un dulce y porque hay que aprender a hacer limonada de los limones que la vida suele dar. Todo con azúcar sabe mucho mejor. Endulcemos el mundo

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