La lluvia me mojaba bruscamente, y sus gotas confundían mis lágrimas, pero nada podía ocultar mi tristeza.
Me
sentí débil, cansada, dolida, frágil. Me deshice. Y recordé sus manos
apretando las mías, recordé que él nunca consintió mi caída ni en el
peor momento.
Pero estaba sola. Las cosas habían cambiado
demasiado desde el último día que pisé ese suelo. Ya no estaba él, ya no
escuchaba su voz, ya nadie me decía: "tranquila".
No hay comentarios:
Publicar un comentario