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domingo, 24 de junio de 2012

Miré a mi alrededor. Aquel sitio me obligaba a reunir hasta el ultimo soplo de mis fuerzas. Allí estaba, parada, bajo una tormenta de verano y frente a los malos recuerdos de ese lugar.

La lluvia me mojaba bruscamente, y sus gotas confundían mis lágrimas, pero nada podía ocultar mi tristeza.
Me sentí débil, cansada, dolida, frágil. Me deshice. Y recordé sus manos apretando las mías, recordé que él nunca consintió mi caída ni en el peor momento. 
Pero estaba sola. Las cosas habían cambiado demasiado desde el último día que pisé ese suelo. Ya no estaba él, ya no escuchaba su voz, ya nadie me decía: "tranquila".

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